En 1520, el navegante portugués Fernando de Magallanes, al mando de una pequeña flota española, utilizó por primera vez la ruta marítima en el extremo sur del continente americano que conectaba los océanos Atlántico y Pacífico. La prueba de la existencia de este paso interoceánico, que pasó a denominarse Estrecho de Magallanes en honor del navegante lusitano, demostró que todos los continentes estaban unidos por el mar.
Durante el periodo de unión dinástica, los reinos de Portugal y Castilla se unieron, compartiendo, entre otras cosas, aspectos relacionados con la búsqueda de la mejor forma de defender sus territorios americanos. La expansión de una estrategia hacia el Atlántico se vio reforzada con la incorporación lusitana. El Estrecho de Magallanes, por su situación estratégica, unida al monopolio comercial y político de la región, representaba un importante espacio a defender ya que protegería tanto al Océano Atlántico como al Pacífico de la presencia de naciones rivales. Sin embargo, su posición geográfica traía consigo otros problemas, ya que la región era difícil de navegar. Este obstáculo del “Estrecho de la Muerte”, como lo llamó Lope de Vega, impidió que la región fuera ocupada. Tras su descubrimiento, las expediciones al Estrecho fueron sólo de reconocimiento, debido a la dificultad de penetrar en el territorio.
El estrecho de Magallanes, relativamente olvidado durante el reinado de Carlos V, se convirtió en un asunto importante para Felipe II debido al paso de Francis Drake por la región. En 1579, el corsario inglés alcanzó el océano Pacífico cruzando el estrecho de Magallanes en dirección este-oeste. Al encontrar desguarnecidas las costas de las posesiones castellanas en la región, Drake atacó puertos de Chile y Perú. Fue entonces cuando Felipe II, en 1581, ordenó la construcción de dos fuertes en la región “para la seguridad del Estrecho de Magallanes y para que los corsarios que le han descubierto no se apoderen de él, como se entiende que procuran hacerlo[1]”.
Pedro Sarmiento de Gamboa, navegante español, fue nombrado por Felipe II gobernador de las tierras del Estrecho de Magallanes, en una expedición que partiría de España hacia el extremo sur del continente americano. Sarmiento, principal articulador de la misión al Estrecho, ocuparía el cargo cuando se asentara el territorio. Sarmiento sería el responsable de los colonos que se asentarían en la región y de la construcción de fuertes en la entrada atlántica del Estrecho. La envergadura de la empresa marítima requería un comandante cualificado, lo que hizo que Felipe II se decidiera por el capitán general Diego Flores de Valdés, uno de los navegantes más destacados y experimentados de la armada española, con más de treinta años de servicio a la Corona.
Los preparativos de la Armada del Estrecho de Magallanes se prolongaron durante todo el primer semestre de 1581. Las armadas militares de la época de los Habsburgo representaron proyectos concretos de acción política. No hubo una única armada real principal, designada como tal, sino múltiples misiones, con objetivos y financiación distintas. Las armadas se organizaron de forma transitoria, casi siempre en lugares que amenazaban la soberanía de la monarquía, como fue el caso del Estrecho de Magallanes. Aunque la construcción de fortalezas y la colonización de las tierras del Estrecho estaban expresamente incluidas en las recomendaciones reales [2], el carácter militar del viaje era predominante y la armada debía priorizar la persecución y castigo de los corsarios y la destrucción de los lugares fortificados que éstos hubieran establecido a lo largo de la costa atlántica.
De acuerdo con las instrucciones del rey, el verdadero alcance de la expedición debía mantenerse en secreto, tanto para que la empresa no llegara a conocimiento de naciones no ibéricas como para no dificultar el reclutamiento de quienes se embarcarían, considerando que las condiciones adversas en las cercanías del Estrecho ya eran conocidas por los marinos. Los mayores obstáculos a los trabajos preparatorios de la expedición fueron causados por la falta de recursos de la Corona para proporcionar la artillería y el equipo necesarios para la empresa. Sin embargo, para Pierre Chaunu, el insuficiente número de buques de las flotas atlánticas españolas para atender las exigencias de la empresa supuso un obstáculo mayor para el montaje de la expedición que las dificultades financieras que atravesaba el reino en aquel momento (Chaunu, 1955: 295-296).
El reclutamiento de unos dos mil quinientos hombres para la Armada del Estrecho sufrió varias tribulaciones, teniendo en cuenta que muchos de ellos servían en las tropas que España mantenía en Italia y Flandes y un contingente importante participaba, en la época, en las flotas comerciales españolas. La baja remuneración y el secretismo que rodeaba la empresa y la posibilidad de un viaje peligroso, desalentaron el reclutamiento. Documentos coetáneos muestran que los componentes de las flotas que regresaban a España tenían que ser trasladados por la fuerza desde los barcos en los que se encontraban a los buques de la armada, y un grupo de 280 reclutas tuvo que ser encarcelado para evitar que los soldados desertaran hasta la partida de la expedición (Phillips, 2016: 26).
La armada constaba de 23 barcos, de los cuales sólo cuatro pertenecían a la Corona. El resto eran alquilados a sus propietarios a través de pagos mensuales en función de la capacidad de tonelaje de los buques, siendo un total de 8.400 toneladas las contratadas. Había 1.332 soldados, 672 marineros, 670 hombres que iban a Chile con el gobernador del territorio, 206 colonos con esposas e hijos que se establecerían en el Estrecho, además de artilleros, herreros, carpinteros y otros. El Almirante, segundo al mando de la flota, era Diego de la Rivera[3], asturiano como la mayoría de los miembros de la flota. Entre los miembros del Estado estaban Diego Flores de Valdés, Pedro Sarmiento, el gobernador de Chile, Alonso de Sotomayor[4], así como oficiales reales, el oidor, el preboste, el escribano, frailes y el ingeniero Bautista Antonelli. En total fueron unas 3.500 personas[5].
Tras varios retrasos y en cumplimiento de la determinación del rey de que la flota iniciase su viaje lo antes posible, el duque de Medina Sidonia, capitán general del mar de Andalucía, fijó el 25 de septiembre de 1581 como fecha para la partida de la expedición, partiendo del puerto de Sanlúcar de Barrameda, base de operaciones de la expedición. Hasta entonces, el destino de la escuadra era desconocido para la mayoría de los que se disponían a viajar. La fecha elegida desoyó las advertencias que hicieron los pilotos sobre la improcedencia de esa decisión debido a que los días siguientes al equinoccio tendrían una mayor incidencia de fuertes tormentas.
Cinco navíos zarparon el 25 de septiembre, seis al día siguiente, y el 27 de septiembre la galeaza capitana y los demás buques de la flota abandonaron el puerto de Sanlúcar de Barrameda. Tras seis días de navegación con vientos favorables, cuando la flota se encontraba en las proximidades de Cádiz, a unas 110 millas de Sanlúcar, un fuerte temporal trajo consecuencias nefastas para la expedición. Cuatro navíos naufragaron y muchas embarcaciones resultaron dañadas. Según Pedro Sarmiento de Gamboa, en aquella tragedia murieron unas 800 personas. También se perdieron provisiones, armas y municiones. La desgracia afectó directamente a Diego Flores de Valdés, ya que varios de sus familiares y militares que le habían acompañado durante años en su vida en el mar murieron en el episodio (Sarmiento de Gamboa, 1895: 234).
De vuelta a Cádiz, los trabajos para recuperar las naos y reponer los pertrechos, municiones y armamento de la flota perdidos durante el temporal se prolongaron hasta mediados de noviembre. El 23 de noviembre, Felipe II ordenó la partida de la expedición hacia Río de Janeiro, donde permanecería hasta octubre del año siguiente, a la espera de condiciones favorables de navegación por el Estrecho. Todo estaba listo para que la flota partiera de la bahía de Cádiz el 2 de diciembre. Cuando todos estaban ya a bordo, comenzó un fuerte temporal que duró cuatro días, azotando los barcos con tal intensidad que la fragata Guadalupe se hundió. Al mejorar el tiempo, la expedición abandonó finalmente Cádiz en la mañana del 9 de diciembre. La armada del Estrecho de Magallanes quedó entonces reducida a dieciséis navíos con 2.408 personas a bordo (Phillips, 2016: 37).
Tras un mes de navegación, la flota desembarcó en la isla de Santiago, en Cabo Verde, punto de escala de los navíos que cruzaban el Atlántico. Considerando que la expedición iba a permanecer algunos días en Santiago y que había una carabela en camino hacia Brasil, Diego Flores de Valdés, consciente del objetivo principal de la expedición, envió cartas a los gobernadores de Bahía y Pernambuco. El contenido de la correspondencia se refería específicamente a solicitudes de información sobre el estado de la costa brasileña en relación con las incursiones corsarias y la pacificación de las tierras. Los gobernadores debían enviar las noticias a Río de Janeiro, lugar donde se trasladaría la armada[6]. Por tanto, es evidente, incluso antes de llegar a Brasil, la preocupación de Valdés con el estado de la costa brasileña, blanco de las incursiones francesas en busca de pau-brasil.
Con el refuerzo de provisiones (y deserciones), la flota partió de Cabo Verde el 2 de febrero de 1582. Después de 53 días de navegación, con muchos enfermos y más de 150 muertos en el camino debido a enfermedades relacionadas con la precaria alimentación y las condiciones insalubres de los barcos, la flota llegó a Río de Janeiro, que en aquella época era una pequeña ciudad sin muchos recursos para recibir un contingente tan grande de personas. Con muchos enfermos en la armada, según el relato de Sarmiento, los colonos que vivían en la ciudad se ofrecieron a atender a los que estaban más graves. Aún con toda la ayuda, 150 murieron y otros, viendo la situación, desertaron (Sarmiento de Gamboa, 1895: 242). Diego Flores de Valdés, considerando la precariedad del lugar para abastecer las necesidades de la armada durante el período en el que esperarían la partida hacia el sur del Atlántico, envió una misión a la entonces más rica y antigua ciudad de São Vicente para obtener las provisiones necesarias (Vilardaga, 2010: 67). La armada permaneció en Río de Janeiro durante más de siete meses mientras esperaba, además del tiempo favorable para continuar el viaje al Estrecho, el refuerzo de suministros prometido por Felipe II en el momento de la partida de la armada de España.
Finalmente la flota de provisiones y pertrechos comandada por el Capitán General Diego de Alcega llegó a Río de Janeiro. Los principales comandantes de la expedición decidieron que un nuevo intento de llevar a Pedro Sarmiento y sus colonos al Estrecho se haría con parte de la armada con 5 naves al mando del Almirante Diego de la Rivera y con el agregado de 500 hombres, más 140 de los colonos de Sarmiento. A pesar del verano, las condiciones meteorológicas impidieron que las naves entraran en la boca del Estrecho. Una vez más, el segundo intento de Pedro Sarmiento y sus colonos por desembarcar en el Estrecho de Magallanes terminó en fracaso. Al mismo tiempo, Diego Flores de Valdés zarparía hacia Bahía, como ya estaba planeado, para combatir a los franceses que se habían asentado en Paraíba (Phillips, 2016: 44-46). La conquista de Paraíba, tantas veces intentada por los portugueses, sólo tuvo éxito con la acción de la Armada do Estreito, organizada por iniciativa de los Habsburgo. Debido a su privilegiada situación geográfica, Paraíba representaba un importante vector militar en el planteamiento defensivo de los Habsburgo.
Por tanto, la Armada del Estrecho de Magallanes obtuvo su mayor éxito fuera del Estrecho. Sus objetivos incluían defender el territorio continental americano contra la amenaza de los corsarios y garantizar la lealtad de Brasil a Felipe II. Estudiar la Armada del Estrecho implica comprender la importancia histórica de las luchas por la defensa de los territorios americanos en el hemisferio sur, que casi siempre habían sido tratados como secundarios dentro de este gran mosaico que fue la Monarquía Hispánica.
[1] AGS, Archivo General de Simancas, Mar y Tierra, legajo 117.
[2] AGI, Archivo General de Indias, Real Cédula. Indiferente, 582, L. 1, f. 29v-31v.
[3] AGI, Archivo General de Indias, Real Cédula. Indiferente 582, L. 1, f. 33-33v.
[4] AGI, Archivo General de Indias, Real Cédula. Indiferente, 582, L.1, f.29v.
[5] AGI, Archivo General de Indias, Consulta del Consejo de Indias. Indiferente, 739, N. 306.
[6] HL, Huntington Library, Relación de Pedro de Rada. MS HM 59416, f. 7v.
BIBLIOGRAFÍA
- Brito, S. B. R. (2020). A conquista do rio ruim. A Paraíba na Monarquia Hispânica (1570-1630). Tese de Doutorado, Universidade de Salamanca, Salamanca.
- Chaunu, P.; Chaunu, H. (1955). Huguette Chaunu. Seville et l’Atlantique, 1504-1650. Vol 3. Paris: Armand Colin.
- Fernandez Duro, C. (1897). Historia de la Armada española desde la unión de los Reinos de Castilla y Aragón. Tomo II. Madrid: Establecimiento tipográfico Suc. Rivadeneyra.
- Phillips, C. R. (2016). The struggle for the South Atlantic: the Armada of the Strait, 1581-1584. Abingdon, Oxon; New York, NY: Routledge, for the Hakluyt Society.
- Sarmiento de Gamboa, P. (1895). Narratives of Voyages to the Straits of Magellan, translated and edited with notes and an introduction by Clemens R. Markham. C.B., F.R.S. London: Hakluyt Society.
- Vilardaga, J. C. (2010). São Paulo na órbita do império dos Felipes: conexões castelhanas de uma vila da América portuguesa durante a União Ibérica (1580-1640). Tese de doutorado apresentada à Universidade de São Paulo.
Autor:
Sylvia Brito (Biblioteca Nacional do Brasil)Cómo citar esta entrada:
Sylvia Brito. “Armada del Estrecho de Magallanes (1581-1584)“. En: BRASILHIS Dictionary: Diccionario Biográfico y Temático de Brasil en la Monarquía Hispánica (1580-1640). Disponible en: https://brasilhisdictionary.usal.es/armada-del-estrecho-de-magallanes-1/. Fecha de acceso: 09/10/2024.