Felix Castello – Retrato de D. Fadrique de Toledo en la pintura Recuperación de la Isla de San Cristóbal Lienzo. 297 x 311 cm. Museo del Prado.
Nacimiento: Nápoles, ca. 1589
Fallecimiento: Madrid, 11 de diciembre de 1634
I Marqués de Valdueza, Capitán General de la Armada del Mar Océano y Capitán General de la Gente de Portugal que reconquistó Salvador de Bahía el 1 de mayo de 1625 tras once meses ocupada por las fuerzas de la WIC.
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Fadrique de Toledo Osorio, también conocido como Fadrique de Toledo, fue un militar y almirante español, Capitán General de la Armada del Mar Océano y de la Gente de Portugal, célebre por liderar la flota que reconquistó Salvador de Bahía en 1625 tras once meses de ocupación holandesa. En esta expedición, popularizada en Portugal como la “Jornada dos Vassalos” y en España como “Jornada del Brasil”, Fadrique de Toledo ejerció el más alto mando de la flota combinada de las Armadas de la Corona de España y de la Corona de Portugal, compuesta por 62 navíos y 12.563 soldados (Guerreiro, 1625; Valencia y Guzmán, 1626). Principalmente por su envergadura, pero también por el éxito final de la jornada y la posterior propaganda del triunfo, esta expedición se consideró entonces y es reconocida hoy como la principal victoria naval de Fadrique de Toledo, única en aguas brasileñas, que le valió el reconocimiento oficial del rey Felipe IV con honras y títulos, así como de la población peninsular e internacional, embelesada con los numerosos escritos, panfletos, pinturas y grabados que relataron la ofensiva y ensalzaron la intervención del Capitán General (Santos Pérez, Vicente Martín, 2023: 46-49).
Según las fuentes que se conservan, Fadrique de Toledo nació en Nápoles a finales de la década de 1580[1] en el seno de una familia noble, los Osorio (marqueses de Villafranca desde 1486), tradicionalmente dedicada al servicio de la guerra y la alta política militar. Al nacimiento de don Fadrique, su padre, Pedro de Toledo, era el V Marqués de Villafranca y, antes de formar parte del Consejo de Estado y Guerra, había ejercido de capitán general de las Galeras de Nápoles (1585), Capitán General de las Galeras de España (1607) y General de la Caballería de España (1621), retomando la carrera militar con la que su abuelo, García de Toledo Osorio, se había distinguido en las jornadas de Túnez (1535) y Argel (1541). La familia de los Osorio guardaba parentesco con el III Duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo Pimentel, cuya actividad militar en la rebelión de los Países Bajos (1568) y en las guerras de Sucesión de Portugal (1580-1581) marcaría para siempre la trayectoria de su sobrino-nieto, Fadrique de Toledo (Bueno Blanco, 2021: 51-79). Como segundogénito del V Marqués de Villafranca, el que reconquistara Salvador había nacido inicialmente apartado de la línea sucesoria al marquesado, línea que hacía de su hermano mayor, García de Toledo, heredero de Villafranca.
Aliviado inicialmente del esfuerzo familiar de sustentar el patrimonio de los Marqueses de Villafranca, Fadrique de Toledo se desplazó a Salamanca en 1604 para iniciar sus estudios de Cánones en la Universidad[2]. La formación universitaria recaía en los hijos menores de las familias nobiliarias y los Toledo Osorio consideraban que, además de conferir mayor prestigio a don Fadrique, los estudios eclesiásticos facilitarían su posterior integración en áreas notorias como la Iglesia y el servicio al Estado en otros puestos de la administración (Bueno Blanco, 2021: 33-35). En Salamanca, no obstante, Fadrique de Toledo se empleó a fondo para servir a su familia, en primer lugar persiguiendo el cargo eclesiástico, pero, a medida que pasaban los meses, representando también a su linaje en la ciudad universitaria frente a las múltiples personalidades diplomáticas y militares de la Monarquía Hispánica que por ella pasaban (Soria Mesa, 2007: 245). Su éxito en tal actividad le hizo replantearse su decisión de ingresar en el clero y, apenas dos años después de haber iniciado los estudios, se decantó por la vocación en la que había destacado su padre: el servicio naval en la Armada.
La andadura militar de Fadrique de Toledo, que se inició con su nombramiento como capitán de navío en las Galeras de España (1607), caracterizaría para siempre su trayectoria, desde entonces orientada al ejercicio militar. En los años sucesivos, fue almirante (1609) y lugarteniente (1611) en varias contiendas del Mediterráneo, donde venció a turcos y berberiscos en las costas de Valencia, Alicante y Málaga, así como en el norte de África, destacándose en la toma de Larache (1610) y La Mamora (1614). Sus triunfos fueron reconocidos oficialmente por la Corona en 1617 cuando, a la muerte de Luis Fajardo, Fadrique de Toledo fue elegido para ocupar su lugar como Capitán General de la Armada del Mar Océano, la más importante flota de guerra de la Monarquía Hispánica del momento[3]. El fin de la Tregua de los Doce Años (1609-1621) cuatro años después, la apertura de un nuevo frente de guerra en el Atlántico contra la recién creada West-Indische Compagnie en las Provincias Unidas, y el consiguiente aumento de la consignación destinada a la defensa marítima aprobada por el conde-duque en 1622 (Elliot, 2004: 94-95) impulsaría aún más esta carrera militar, haciéndole responsable de la escolta de los galeones cargados de metales preciosos en su tramo final de la Carrera de Indias y, sobre todo, de la defensa frente a armadas holandesas e inglesas que tanteaban las aguas atlánticas y amenazaban los enclaves costeros peninsulares. La victoria de don Fadrique contra los holandeses en el Estrecho de Gibraltar (1621), y su actividad de protección a la flota de Indias en el algarveño Cabo de San Vicente le valdrían el nombramiento de Capitán General de la Gente de Guerra del Reino de Portugal (1622), adquiriendo competencias de jurisdicción y gobierno, lo que sería además recompensado con el Marquesado de Valdueza en 1624 por su destreza militar y desempeño al frente de la Armada más importante de la Monarquía Hispánica[4].
Pese a su trayectoria militar previa, y la que sin duda desarrolló posteriormente, fue la Recuperación de Salvador de Bahía en 1625, en el nordeste de Brasil, la más relevante victoria de la carrera de Fadrique de Toledo. Un año antes, veintiséis navíos la WIC comandados por Jacob Willekens habían saqueado la Bahía de Todos los Santos y ocupado su principal centro urbano, la ciudad de Salvador. La hazaña les fue facilitada por la huida de los habitantes quienes, atemorizados ante el despliegue naval de los invasores y las escasas, cuando no nulas, capacidades defensivas de la plaza, se habían resguardado en las áreas rurales del interior (F. do Salvador, 1918 [1627]: 507-522). La relevancia de Salvador como centro institucional de Brasil, territorio crucial de las políticas atlánticas de Felipe III (Costa, 2010: 859-822), pero también centro económico de exportación de azúcar (Schwartz y Hutz, 2021), precipitó la organización de un contrataque por parte de la Monarquía Hispánica: cuando la noticia se supo en Madrid, el rey Felipe IV y el Conde-Duque de Olivares convocaron a las autoridades militares, confiando la Restauración de Salvador a Fadrique de Toledo, cuya valía y capacidad de mando, así como su experiencia frente a armadas holandesas, era sobradamente conocida en el reino (Santos Pérez, Vicente Martín, 2023: 35).
En los meses inmediatamente posteriores a la caída de la plaza, Fadrique de Toledo organizó, supervisó y controló, no sin dificultades, todos los preparativos de la flota. Descrita por sus contemporáneos como la “mais poderosa armada que até agora passou a linha” (Vieira [1626], ed. 1925: 43), bajo sus órdenes se alistaron 12.563 soldados de España, Portugal, Nápoles y Vizcaya, se recaudó dinero de la Iglesia, instituciones públicas, nobles y grandes mercaderes para munición y avituallamiento, y se construyeron cerca de treinta navíos en los astilleros de Cádiz y en Lisboa (Vicente Martín, 2020: 371). De acuerdo con los detalles ofrecidos por el “Compendio historial de la Jornada del Brasil” del soldado particular Juan de Valencia (1626), el 14 de enero de 1625 -tres meses después del inicio de los preparativos- salió de Cádiz la Armada del Mar Océano, comandada directamente por don Fadrique, a la que se uniría la “presdincible” Armada del Estrecho (Bueno Blanco, 2021: 96), la Escuadra de las Cuatro Villas, bajo las órdenes de Francisco de Azevedo, la Escuadra de Nápoles, liderada por Francisco de Ribera, y la Escuadra de Vizcaya, del general Martin de Valecilla. Tras recoger agua en las Islas Canarias, la flota se encontraría en Cabo Verde con la Armada de Portugal, capitaneada por Manoel de Meneses, poniendo rumbo conjunto al nordeste de Brasil.
Después de setenta y cuatro días de travesía, el 29 de marzo de 1625, las tres armadas y tres escuadras de la flota luso-castellana hicieron su entrada en la Bahía de Todos los Santos. Según las fuentes, en ese momento cuando Fadrique de Toledo contactó con el Capitán Mayor Francisco de Moura y los líderes del así llamado Arraial de Rio Vermelho, un contingente de resistencia formado por dos mil luso-brasileños que habían mantenido bajo asedio al enemigo holandés en la ciudad, y habían conseguido dar muerte a su líder y capitán Jan Van Dorth (F. do Salvador, 1918 [1627]:519-522). La desaparición del líder facilitó enormemente la victoria de los de don Fadrique pues, estando los holandeses desprovistos de víveres, bloqueados intramuros, y liderados por el sustituto de Van Dorth, se encontraban ahora con la imponente armada de Fadrique de Toledo.
Aprovechando la existencia del Arraial, así como la ventaja numérica, el capitán ideó una estrategia que, combinando fuerza marítima y terrestre, se saldaría con la rendición de los sitiados poco tiempo después. Así, en cuanto disponía sus navíos en forma de media luna para evitar la huida de los holandeses y “llegar a tiro de cañón de los navíos fuertes del enemigo” (Valencia y Guzmán, 1626: 351), ordenó el ataque simultáneo por las bandas norte y sur de la ciudad, donde sus soldados, guiados sobre el terreno por las tropas de Francisco de Moura, fueron abriendo trincheras, tomando prisioneros y aproximándose a la ciudad (F. do Salvador, 1918 [1627]:519-522). Viéndose cada vez más cercados, los holandeses respondieron con fuego de artillería, demasiado disperso como para ocasionar daños reales, e incluso incendiaron dos brulotes -embarcaciones cargadas con materiales explosivos- con la intención de abrir una brecha en la línea de navíos para escapar. Tras un mes de asedio y ocho días de combate, don Fadrique acabaría venciendo a unos holandeses que, exhaustos y sin refuerzos, entregarían la plaza el día 30 de abril de 1625, no sin antes negociar una rendición “generosa” que les garantizara un perdón general y navíos para regresar a Holanda (Santos Pérez, Vicente Martín, 2023:38). La actuación del Capitán General en los momentos inmediatamente posteriores a la capitulación de los holandeses es hoy en día discutida entre los historiadores por la disparidad que presentan los escritos: las fuentes más críticas, generalmente de autoría portuguesa, aluden a la actitud de los soldados de Fadrique de Toledo quienes saquearon la ciudad “con crueldad excesiva”[5], colocaron la bandera de Castilla en la catedral, y manifestaron su “odio […] a la nación portuguesa’[6], siendo las cualidades opuestas las que destacan los escritos españoles, principalmente el autor de la que se convertiría en crónica oficial del suceso, Tomás Tamayo de Vargas (Tamayo de Vargas, 1628:135v). Sea como fuere, el día 1 de mayo Fadrique de Toledo recuperaba Salvador para la Monarquía Hispánica, y su hazaña se inmortalizaba en escritos e impresos que comenzarían a circular por España, Portugal y Europa.
A su regreso victorioso a la corte, don Fadrique, marqués de Valdueza, sería nombrado Capitán General de la Gente de Guerra del Reino de Portugal (1628), y se le concedería, un año después, la “Grandeza de España” en calidad de su exitosa trayectoria al servicio de la Monarquía Hispánica y, particularmente por “la recuperación de la ciudad de San Salvador del Brasil” (apud Bueno Blanco, 2021: 148). La última victoria atlántica de don Fadrique sucedería ese mismo año en la islas caribeñas de San Cristóbal y Nieves donde, con un ataque simultáneo por mar y tierra similar al desplegado en Salvador, sometería a las guarniciones anglo-francesas que las habían ocupado y devolvería su jurisdicción a Felipe IV, necesitado de un triunfo naval tras la reciente captura de la flota de Indias por las fuerzas de la WIC en Matanzas (1628).
De vuelta en la península Ibérica, don Fadrique se estableció en Lisboa en calidad de Capitán General de la Gente de Guerra de Portugal, donde siguió cumpliendo con las actividades habituales de la Armada del Mar Océano relacionadas con la organización y el pertrecho de las flotas. Por aquel entonces, don Fadrique ya era uno de los militares más populares de la sociedad de su época, popularidad que, basada en sus triunfos militares frente a ingleses y holandeses, radicaba sobre todo en el apoyo oficial que Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares, le había brindado a través de cargos, reconocimientos, e incluso el arreglo matrimonial con Elvira Ponce de León, hermana del poderoso aliado del valido el duque de Arcos. Sin embargo, la imparable popularidad de don Fadrique, refrendada por el triunfo en San Cristóbal y Nieves y la concesión de Grandeza, no impidió la aparición de tensiones entre ambas personalidades, que se acentuarían de 1630 en adelante. A las quejas del militar por debérsele los sueldos correspondientes a los servicios prestados en 1631, 1632 y 1633 se uniría, ese mismo año, el inicio de una querella contra el aliado del conde-duque, el duque de Arcos, por impago de la dote matrimonial de Elvira Ponce de León. El valido respondería a tal afrenta a través de dos acciones: la primera, obligando a don Fadrique a escoger entre los dos cargos que hasta ese momento ostentaba, mencionando las supuestas “incompatibilidades” existentes en el ejercicio simultáneo de la Capitanía de la Armada del Mar Océano y la de la Gente de Guerra de Portugal; y la segunda, obligándole a residir en Madrid, pese a haber solicitado don Fadrique un retiro temporal a León para atender asuntos familiares (Bueno Blanco, 202: 169-174).
La afrenta final llegaría en 1634 cuando Fadrique de Toledo, resignado a ejercer solo como Capitán de la Gente de Guerra de Portugal, recibió orden del conde-duque para ponerse al frente de una nueva escuadra con el objetivo de recuperar Pernambuco, ocupada por los holandeses desde 1630. Conocedor de que esta empresa era improvisada, y que la flota contaba con pocos efectivos y no tenía perspectivas de victoria, don Fadrique se negó por escrito a capitanear dicha armada, recordando la importancia de sus asuntos familiares y argumentando serios problemas de salud derivados de sus años de servicio ininterrumpido. Durante el intenso intercambio epistolar, tildado de “violenta confrontación” por J. H. Elliot, el valido le recordó que “había ganado en el servicio del rey caudal y honores”, don Fadrique respondió que “había servido a Su Magestad gastando su hacienda y su sangre, y no hecho un poltrón” en explícita alusión al conde-duque (apud Anca Alamillo, 2022: 249; Elliot, 2004, 269). Ante esta afrenta tan directa, unida a la negativa de don Fadrique de partir a Pernambuco, el conde-duque inició un proceso de desobediencia contra el Capitán: ordenó su detención y traslado a Toledo, y creó un consejo de guerra que lo apartó de la vida pública y desprestigió su creciente popularidad. Don Fadrique, bastante debilitado, se defendió de dichos cargos aludiendo no a desobediencia, sino a la imposibilidad económica de afrontar una nueva campaña en ultramar y mantener a su familia al mismo tiempo como razones para no embarcarse a Pernambuco, recordando a los poderes judiciales que el servicio al monarca había sido ininterrumpido y su fidelidad, inquebrantable, durante más de veinticinco años. En cuanto se llegaba a un veredicto, la Junta permitió a un don Fadrique enfermo retirarse a su casa de Madrid, donde fallecería, ajeno al veredicto que lo declaraba culpable y le condenaba al destierro perpetuo del reino, el 15 de noviembre de 1634, apenas unos meses antes de ser inmortalizado tanto por Juan Bautista Maíno como por Félix Castelo en dos pinturas encargadas para el Salón de Reinos, La Recuperación de Bahía de Todos los Santos (1634) y La Recuperación de la isla de San Cristóbal (1635), respectivamente (Elliot, de la Peña, Negredo, 2013: 309; Bueno Blanco, 2021).
[1]Aunque tradicionalmente se pensaba que Fadrique de Toledo había nacido en 1580, una consulta conservada en el AGS y datada de 1607 menciona que, en ese año, comenzó su carrera militar con dieciocho años. AGS, Guerra Antigua, leg. 813 (Bueno Blanco, 2021: 29).
[2] AUSA, Archivo de la Universidad de Salamanca, Libros de Matrículas, 313. Matrícula del curso 1604-1605.
[3] Para una relación de los oficios desempeñados desde 1611 hasta 1629, ver AMN, Ms. 372, doc. 93. El nombramiento como Capitán General, sin embargo, se encuentra en AMN, Ms. 372, doc. 101, fol. 241v.
[4] AMN, Archivo del Museo Naval, Ms. 372, doc. 104, fol. 247r-248v.
[5] Meneses, Manuel de, «Recuperação da cidade do Salvador (Brasil)», 1626, RAH, Sig. 9-4-1-H-27 9-550, fol. 592.
[6] Íbidem, fol. 591.
BIBLIOGRAFIA
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Autor:
Irene Mª Vicente Martín (Madrid Institute for Advanced Study)Cómo citar esta entrada:
Irene Vicente Martín. “Fadrique de Toledo Osorio“. En: BRASILHIS Dictionary: Diccionario Biográfico y Temático de Brasil en la Monarquía Hispánica (1580-1640). Disponible en: https://brasilhisdictionary.usal.es/fadrique-alvarez-de-toledo-osorio-1/. Fecha de acceso: 09/10/2024.